Comandante: ¿Qué clase de fuga tenían en proyecto?
Capitán Hilts: Deslizarnos de noche hasta un punto que descubrí cerca del
alambre. Un punto muerto. Excavar un pozo de un metro. Sacar la tierra.
Esparcirla para que no forme montón y luego fuera (…) Avanzaremos horadando la
tierra como un par de topos. En cuanto hayamos cruzado la alambrada y el
espacio abierto entraremos en el bosque y adiós. (De la película La
Gran Evasión).
En la línea de salida me dije: prohibido reventar, esa es la clave de este
proyecto.
Si fuerzas hasta rebasar el límite, si avanzas hasta no poder más y caer
agotado, ¿Cómo vas a recuperar estando el terreno plagado de puertos?.
Es un reto diferente, pensé, y en una prueba de estas características si te
pasas de rosca o enfermas estás fuera. No hay margen de error, ¡es imposible
sanar las heridas en las rampas pirenaicas!
Y planeé pasar la primera noche durmiendo placidamente en un hotel pero no
hallé nada abierto en una Francia deprimida e inhóspita y tocó zafarrancho de
combate.
Me adapté bien a ese nuevo plan y el mañana dejó de importar mientras
desafiaba con éxito al gélido Paileres y el peligroso descenso del Col de la
Llose.
Al Mediterráneo (km 482) llego cansado, tras 27 horas de esfuerzo, pero son
solo las once de la mañana y debo continuar aprovechando las horas de
luz.
En los repechos de Cataluña me pregunto si no habré gastado ya toda mi
artillería a las primeras de cambio y me invade cierto pesimismo, ¿estaré
condenado a tener que retirarme en un par de días víctima del agotamiento?.
Pero me consuelo porque, al menos, he realizado una gran etapa pirenaica,
compulsiva, arriesgada, sin mirar más allá del próximo kilómetro, al más puro
estilo de Luis Ocaña.
Periodista: Ocaña, ¿cómo quieres te recuerden?
Luis Ocaña: Ocaña atacando, Ocaña dando la cara.
Los puertos se suceden ya desde el comienzo de la prueba. La primera foto, del llevadero Col de las Palomeres.
Planteé dos etapas llevaderas, de unos 180 Km cada una de ellas. En la primera rodé por Cataluña, destacando el Col de Pal y el de la Creueta. Este último, cerca de la estación de esquí de La Molina, me pareció espectacular.
Col de Pal.
La Creueta.
Paré a dormir en un buen hotel a los pies del Puymorens y, al día siguiente, acabé con los siete puertos andorranos del recorrido en un buen día de cicloturismo, con unos 6.500 metros de desnivel.
Antes de entrar en Andorra tuve que coronar Puymorens, justo al amanecer.
Comparado con un Septiembre en Venta Rasquilla (Gredos) Envalira (2.400 metros de altura) me pareció El Caribe.
Ensalada de puertos en Andorra,con La Gallina, Comella, Beixalis, Arcalis, Ordino y Envalira de nuevo.
Capítulo 3. La ofensiva sobre Jaca.
Porque en cada juego, la vida, o el fútbol, el margen de error es muy
pequeño. Medio segundo más lento o más rápido y no llegas a pasarla, medio
segundo más lento o más rápido y no llegas a cogerla. Las pulgadas que
necesitamos están a nuestro alrededor. Están en cada momento del juego, en cada
minuto, en cada segundo. En este equipo luchamos por ese terreno, (...), nos
dejamos el pellejo por esa pulgada que se gana. Porque sabemos que si sumamos
esas pulgadas eso es lo que va a marcar la puta diferencia entre ganar o perder.
(de la película Un domingo cualquiera).
Finiquitado el periplo andorrano encuentro un buen hotel en Ax Les Thermes (Km 1.015, 22.000
metros de desnivel) y consigo sacarle a la recepcionista una macedonia de
frutas y un par de plátanos para el desayuno.
Los días de asueto se han acabado y debo reemprender la marcha de noche con
el objetivo de llegar a Jaca (Km 1.635, 35.000 metros de desnivel) al día
siguiente, antes de que comience el sexto día.
Es alentador saber que allí, llegue a la hora que llegue, me esperan cena y
cama en casa de mis amigos Juanma y Laura. Pero antes debo recorrer más de 600
Km y salvar 13.000 metros de desnivel.
A mitad de camino, la ruta pasa por el punto de partida donde tengo el
coche y podré aprovechar para echar una cabezada, cambiarme de ropa y asearme
lo imprescindible con una pastilla de jabón.
Es un consuelo y me tranquiliza.
Afronto con optimismo y fuerza los nueve puertos que me separan del coche,
donde llego pasadas las doce de la noche tras haber escalado bajo la luna el
Col de Azet y el Aspín.
Me lavo un poco y malduermo en el asiento delantero unas tres horas antes
de proseguir el camino.
Coronado el primer paso por el Tourmalet vuelvo a Bagneres Bigorre dando
por zanjado el primer bucle de la prueba (Km 1.438 y 32.000 metros de desnivel)
en 5 días y tres horas.
Tengo un buen colchón de tiempo pero no me entretengo y parto hacia Jaca.
El recorrido, entre Bagneres y el inicio del Aubisque, resultó terrorífico.
Un terreno plagado de repechos con rampas muy exigentes y en una región
deshabitada donde no encontré nada que llevarme a la boca.
El Aubisque se me atraganta, voy vacío, y paro al poco de comenzar el
Portalet en un restaurante para comer una ensalada. Fue lo único que vi
abierto en más de cien kilómetros.
En el puerto se me hace de noche y mi país me recibe con una suave lluvia
que enlentece el descenso y desborda mi paciencia.
Pese a ello, consigo mi objetivo y llego a Jaca poco antes de la una de la
mañana, tras cubrir los 600 Km y 13.000 metros de desnivel en unas 45 horas.
Allí, ceno como un general y duermo bien hasta las ocho de la mañana. No
hay prisa por salir porque dan lluvias por la mañana y no quiero enfrentarme a
ellas.
El caso es que continúo atesorando más de un día de margen con respecto al
límite horario.
Madrugo y el Col de Port cae de noche.
El Col de Agnes, que no conocía, fue uno de los que más me gustó.
Tras estos dos puertos vienen los modestos Col de Latrape y Aspet para remtar con el Col de la Menté.
En el descenso de la Menté se puede ver esta placa donde Ocaña se cayó y perdió aquel famoso Tour.
Después tocó afrontar el Port de Bales. Uno de los grandes puertos pirenaicos y que tenía pendiente desde hace muchos años.
Peyragudes.
Paro a cenar después de Peyreagudes y reemprendo la marcha, ya de noche.
Después de dormir un rato en el coche prosigo con un pequeño rompepiernas que da a parar al Torumalet.
Duro rompepiernas entre el Tourmalet y el Aubisque.
El Aubisque, por la vertiente de Soulor-Ferrieres, como siempre, espectacular.
Col de Portalet, estamos en casa.
Capítulo 4. Patinazo.
Pero tiene que pagar a Polly todas las semanas, pase lo que pase. Que el
negocio va mal, te jodes pero pagas, un incendio, te jodes pero pagas, cae un
rayo en el local, te jodes pero pagas. (De la película Uno de los nuestros).
Hace una mañana magnífica y ruedo por casa: El Puerto del Somport, y los
Cols de Labays, Issarbe y Bagargui, son lugares que conozco como la palma de mi
mano y los disfruto. Parece un día normal, un sábado cualquiera.
Al primer paso por Saint Jean Pied de Port (Km 1.835 y 39.000 metros de
desnivel) llego sobre las nueve de la noche tras el lento descenso nocturno del
Col de Ahusquy.
Busco hotel pero los dos que encuentro abiertos están completos. El
recepcionista del último de ellos me dirige a una calle donde se alquilan
habitaciones.
Caigo en la cuenta de que al tipo solo le ha faltado darme una patada en el
culo para despacharme de su recepción y cuando no encuentro lo que me dice observo
que si sigo las instrucciones de un gilipollas irremediablemente acabaré
haciendo el gilipollas.
Desisto de la idea de encontrar un lugar para dormir y busco sitio para
cenar. Pero, entonces, me topo con la intransigencia y los rígidos horarios de
los hosteleros franceses. Solo al final, en el último sitio, consigo que me
hagan un sándwich y una hamburguesa, que remato con dos postres.
Al menos, me consuelo, la ruta se dirige hacia el Atlántico sin puertos y
por buenas carreteras pero al mirar la meteofrance veo que está lloviendo en el
trayecto por lo que decido descansar en una parada de autobús, justo al pie de
la carretera. Tiro de manta térmica aunque, con el ruido de los coches y la
incomodidad del cemento, apenas puedo conciliar el sueño.
Tras este parón, reviso el pronóstico meteorológico y observo con alegría
que las lluvias han cesado. Arranco a toda velocidad pero solo aguanto cuarenta kilómetros porque no
tengo ya la cabeza para grandes cabalgadas nocturnas.
Me detengo unas dos horas en otra parada de autobús y sigo hacia la costa
(Km 1.890) donde arribo a las seis y
media de la mañana.
Como algo en una panadería y marcho, otra vez, hacia Saint Jean Pied de
Port. Tan solo me separan de allí 100 kilómetros y considero que me costará
llegar cinco horas.
Pero el camino es una sucesión de cuestas imposibles, algunas con más del
20% de pendiente, y avanzo tortuosamente entre blasfemias y juramentos, ¿qué
clase de persona puede diseñar un recorrido así?.
El reto parece ahora una locura sobrehumana e inabordable pero, en un alarde
de la legendaria cabezonería aragonesa, respondo a aquel órdago desmontándome
de la bicicleta y pasando las subidas más empinadas andando.
¡No podrás conmigo! Exclamo airado mientras escupo sobre el asfalto.
Al final, entre la dureza del recorrido, sestear en un prado al calor del sol, comer en un restaurante y buscar un hotel para la noche, cubrir aquellos cien kilómetros me llevará cerca de diez horas.
Y por más que en Saint Jean Pied de Port comenzase un encadenado de puertos
demoledor (Arnosteguy, Artaburu y Burdinkurutzeta) celebro mi llegada a aquel
lugar, ¡se acabaron las sorpresas!
Roto, y sabiendo de la crueldad del recorrido, decido burlarme del
Arnosteguy haciendo andando su kilómetro más duro (14% de pendiente media).
Agradezco la visita del organizador en la cima de este puerto porque estaba
mentalmente agotado tras haber pasado una noche al raso y concatenar una serie
de reveses.
Paso muy bien el Artaburu y corono Burdinkurutzeta-Bagargui de noche, donde
el húmedo descenso hace patinar mi rueda trasera y me exige concentrarme al
cien por cien.
A Larrau (Km 2.100 y 46.000 metros de desnivel) llego sobre las diez de la
noche mientras los trabajadores del hotel apuran el cigarrillo de después de la
cena.
Tras una jornada temible por los imprevistos decido descansar bien y
levantarme a la hora en la que dan los desayunos.
Y puedo decirles que no comí nunca mejor desayuno que el que me sirvieron
en el hotel Etchemaité de Larrau.
Parto de Jaca. El Somport lo subo bien, y cuento con los ánimos de mi paisano Kike y su esposa Fé. Gestos que siempre se agradecen y aprovecho ahora para saludarles.
Labays. Cuando trabajaba en Sabiñánigo solía venir por aquí las tardes primaverales una vez terminada la jornada laboral. Así que me sigo sintiendo en casa.
Col de Issarbe. Otro clásico de la región.
Bagargui. El que pensé sería el último antes de un buen descanso...iluso....
A dormir, o más bien, a dejar pasar la noche....
Rampas y más rampas.
El Arnosteguy y el Artaburu son tan bellos como exigentes.
Burdinkurutzeta y Bagargui, los últimos puertos antes de un buen descanso.
Capítulo 5. Lluvia.
Además Butch, ¿cuántas peleas más crees
que podrás aguantar?, no existe el gran día para los boxeadores veteranos (….).
La noche del combate es posible que sientas una ligera punzada. Será el orgullo
que intenta joderte. A la mierda el orgullo. El orgullo solo hace daño. No te
ayuda jamás. Lucha contra esa mierda. (De la película Pulp Fiction).
Bien dormido y alimentado salgo de Larrau decidido a llegar hasta Bagneres
Bigorre en un tazado de 300 Km y 6.000 metros de desnivel dejando el reto visto
para sentencia.
Quiero protagonizar una gran exhibición, a la altura del reto, y afronto
con optimismo y brío el Puerto de Larrau y la Piedra de San Martín (por Saint
Engrace, su vertiente más dura) pero en el modesto Col de Ichere comienza a
llover con cierta intensidad.
La lluvia prosigue superado el Marie Blanc y en Laruns (Km 2.236 y 51.000
metros de desnivel) paro a comprar ropa seca y un arsenal de barritas.
Estoy nervioso, y una tormenta de pensamientos contradictorios sacude mi
cabeza mientras sorbo un café tratando de mantener la calma.
Me preocupa la idea que si paro allí a dormir, evitando la lluvia, habré
dilapidado mi margen de tiempo y tal vez todo se haya ido a la mierda con una
etapa tan corta, pero también que no tiene sentido arriesgar bajo la lluvia en
el Aubisque, ¿y si mi final es una hipotermia o una caída?.
Finalmente, decido parar a dormir allí y dar por cerrado un pésimo día.
Sí, mañana estaré descansado y con ropa seca nada podrá detenerme.
Después del desayuno, una buena ascensión al Puerto de Larrau.
Desciendo de nuevo al pueblo de Larrau y la emprendo con la Piedra de San Martín desde Sainte Engrace.
Lourdius. Comienza a llover....en una tarde tipicamente otoñal.
El Marie Blanc pone el punto y final a una jornada muy breve.
Capítulo 6. Amarrando el resultado.
Un tipo capaz de tirarse 24 horas a base de café, tabaco y un bocadillo de
calamares no está bien (…). Nunca has entendido lo que era la vida Piojo. Y hay
que cambiar. Porque la vida, Piojo, está llena de cosas buenas. Hay culitos muy
redondos y coches con mucha marcha (…).Voy a darte un consejo de amigo, de buen
amigo, no te compliques la vida. Cuando uno se complica la vida acaba no siendo
feliz y cuando uno no es feliz nunca vuelve a tener suerte. (De la película El
Crack).
Madrugo y comienzo de noche porque mi plan pasa ahora por encadenar el
Aubisque, Aspin, Portet, Lac Aumar, Cap de Long y Val Louron de una tirada, y
resarcirme del día anterior.
Corono el Aubisque poco antes del amanecer dejando la tibia luz de la luna
unas imágenes imborrables. Luce hermoso el Puerto aunque el descenso resulta
frío y descorazonador.
Pero las fuerzas me fallan en la ascensión a Lac Aumar y Cap de Long, tras
más de doscientos kilómetros desde el comienzo del día, y decido posponer la
Val Louron para el día siguiente.
No tengo fuerzas para hacerlo de noche y voy bien de tiempo, ¿para qué
arriesgar?
Duermo en Saint Lary (Km 2.450 y 57.000 metros de desnivel) y divido los
últimos 300 Km días en dos cómodas etapas que, salvo en la bajada de la Val
Louron, disfruté en todo momento.
Y así, con tranquilidad y todo a mi favor, habiendo dosificado muy bien mis
fuerzas llego a la meta con unas horas de margen.
Cima del Aubisque. La luna ilumina timidamente el puerto y arroja imágenes espectaculares. Lástima que mi cámara no pudo captar la belleza del escenario.
El Aspin.
El Portet, asfaltado recientemente, no lo conocía y me gustó bastante. Incluyo una foto mía realizada por el organizador de la prueba.
Remato la jornada con Lac Aumar y Cap de Long y finalizo la tarde a más de 2.0000 metros de altura.
Al día siguiente madrugo porque quiero llegar antes de que se haga de noche al puerto de Gavarnie-Tentes, ya que la cima supera los 2.0000 metros de altura y no quiero hacer ni un metro de esa bajada a oscuras. Así que comencé de noche, y con algo de lluvia y niebla, la Val Louron. Fue un comienzo de día duro, el último sacrificio.
Entro en calor en la enésima, y última, trampa del recorrido, que encontré pasado Borderes Louron.
Harquet Ancizan.
Segundo paso el Tourmalet. Incluyo una foto que me hicieron mis padres en la cima del puerto.
Troummouse, el cuarto puerto del día.
Cierro el día ,y sentencio el reto, con el collado de Gavernie-Tentes, o Puerto de Bujaruelo, mugando con Aragón.
El último día, traca fin de fiestas con Luz Ardiden (las dos primeras fotos) y Tourmalet. Hago las fotos con el móvil porque la batería de mi cámara se agotó.
Bueno, ahora a descansar y a pensar en algún buen proyecto para el año que viene. Me gustaría hacer algo similar en numero de días pero en un terreno menos exigente y sumar más kilómetros por algún sitio desconocido. A ver si es posible....