Las fotografías las realicé el pasado sábado en el
itinerario descrito en el título. Fueron 84 Km (12 por carretera y 72 por
pistas) y unos 2.000 metros de desnivel.
Calculando la longitud del recorrido sobre el mapa, con las
más avanzadas técnicas trigonométricas (¡mentira!), di por hecho que llegaría
pronto a casa pero, ¡coño!, estuve más de ocho horas por el monte (¡verdad!).
Claro que traducir el espacio en tiempo, por mucho que se
conozca el percal, no es una tarea sencilla.
Yo tendría que haber sido el Rey de los Agoreros para haber
previsto la presencia de tanta nieve y hielo, de tanto barro, de tantos vados
sobre el Río Asabón y de tantos fallos mecánicos.
Al final quedó una de esas bonitas jornadas donde las
cualidades más importantes, por encima de la fuerza y la resistencia, son la
tenacidad y la curiosidad. Una de esas magníficas excursiones donde, y gracias a la prudencia, de las complicaciones y peligros del terreno queda un nuevo conocimiento.
Fotos de la cima de Campo Grande.
Como a la tercera va la vencida tras la segunda caída decidí continuar el
descenso andando, unos dos kilómetros.
La nieve y el hielo dieron paso al barro
Primer paso por la Pardina de Chaz
De aquí a la pista que sube a la Collada del Capitán hay cuatro
kilómetros pero hay que vadear el Río Asabón siete veces. Jesucristo y Moisés
se lo hubiesen pasado de maravilla exhibiendo milagros pero yo tuve que andarme
con ojo para evitar incómodas zambullidas.
Hay vados sencillos y complicados. Este pertenece al primer
tipo.
Este paso fue para nota. Tuve que adentrarme en unas zarzas
por donde no pasaba mi bicicleta y la única solución que me quedó fue anclarla
en el agua para, y ya en el otro lado, poder recogerla.
Pese a todo el dispositivo me acabé mojando los pies.
En la pista, que no camino ni senda, que sube a la Collada
del Capitán había un cazador cuya cabeza andaría por los Cerros de Úbeda porque
no se percató de mi presencia y cuando pasé a su lado, a un metro más o menos,
se giró y enfocó su escopeta hacia mí.
Y va el jodido y se queja, ¡qué susto me has dado!.
Paré y le repliqué pero se inicio un diálogo surrealista que
di por terminado cuando supe que yo ya no iba a hacer lo que tenía que haber
hecho en un principio. Y todavía me debe una disculpa.
Unas fotos del puerto.
Tras ver este cartel, ya en la señalizada Ruta de las Pardinas, alcancé el nivel máximo de paranoia,
casi tan alto como el del asustadizo cazador con el que me había topado.
Pardina de Ferrera
Cuando mi bicicleta coge barro la cadena se atasca con el
plato pequeño y por poco me hernio coronando
la modesta Collada de Nofuentes (989 metros de altitud).
De allí a la Pardina de Chaz la pista se estrecha.
Casa Nueva de Nofuentes.
Andaba sediento y agudicé la vista y el oído en busca de algún manantial. Buena pinta tenía esa agua y a mí me supo a gloria. Algo fresca pero sin efectos secundarios.
El Tozal de Guara desde la Collada de Xavierre. En esta
subida el cierzo, guest star habitual, campó a sus anchas aunque poco me
importó pues la presencia de hielo y nieve me obligaron a desmontarme de la
bicicleta, tal y como había pasado en la ida.
Donde no pegaba el sol la nieve seguía ocupando todo el
camino.
Sospechaba que mis frenos no iban muy allá así que los probé
en la primera, y modesta, rampa del descenso de Campo Grande. Tras gastar media
suela, con mucho duelo porque ando algo escaso de suelas, decidí bajar andando
lo que quedaba de puerto, unos cuatro kilómetros.
Mapa orientativo de la ruta (omito el referente al tramo Larués- Campo Grande por estar explicado en la Etiqueta: Huesca: Campo Grande).
Más detalle (y claridad) en la web del IGN.
Emocionante relato de una aventura completa. Menos mal que no te pilló el toro. Si hubieras tenido la precaución de intercambiar los teléfonos con el aguerrido cazador, lo habrías podido llamar, y asunto arreglado, en el caso de embestida. Ya lo sabes.
ResponderEliminarEnhorabuena por sobrevivir. Ya lo celebraremos.
Mikel de Baigorri.
Enhorabuena a usted porque su supervivencia, hasta la fecha, si que ha sido milagrosa.
ResponderEliminarMás por los excesos en la mesa que por las incursiones en la altísima montaña, pero milagrosa al fin y al cabo.
Ya nos veremos y a ver si retoma la actividad deportiva que a este paso de abandono será embotellado y vendido como Blandiblú, y entonces no habrá ni Quebrantahuesos, ni 3 Ibones.
¡Salud!
Ya veo: como en casa, ni hablar. Alguien te puso al cazador para que te olvidaras de la rutina doméstica. Algo así le pasó a Caperucita, y le fué peor.
ResponderEliminarAbrazos.