jueves, 27 de septiembre de 2018

Villanúa, Majada Gabardito, Canfranc, Villanúa, Cenarbe, Villanovilla, Iglesia de Santa María de Iguácel, Acumuer, Valle de Acumuer, Acumuer, Villanúa



Las fotografías las realicé el sábado en el itinerario descrito en el título. Fueron 120 Km solo aptos para la BTT.

Día que dediqué a la exploración de caminos y pistas que, por una cosa u otra, siempre se me iban quedando en el tintero.

La primera, la subida la Majada de Gabardito (no confundir con el Refugio de Gabardito) sale de Villanúa y en unos 7 kilómetros salva cerca de 600 metros de desnivel.

Al comienzo nos encontramos este  cartel.


La pista, en un estado precario, alterna duras rampas con descansos.


Poco antes de coronar nos adentramos  en un espeso bosque y cogemos el GR 11



Las vistas de arriba son lo mejor. Sin duda, y dado el estado del camino, es una subida más recomendable para hacerla andando.


Como la pista por la que he subido tiene tramos muy malos prefiero bajar por el GR 11 hasta Canfranc (haciendo muchos tramos andando) y luego tomar la carretera para volver a Villanúa.


Después me adentré en la Garcipollera. La primera subida, al poco de pasar el despoblado de Cenarbe, es bastante llevadera.




Tras bajar a Villanovilla me acerco a la Iglesia de Santa María de Iguácel.




Después deshago unos kilómetros y tomo dirección Larrosa (sin llegar al pueblo, ya abandonado) y cruzo al Valle de Acumuer (muy cerca de Sabiñánigo) subiendo un bonito puerto que deja grandes vistas en la cima.





En Acumuer indagué una pista que sube, en dirección norte. Resulta irregular pero el camino atraviesa bonitos parajes. Aquí tendré que volver porque, según los mapas, hay un desvío que sube más alto y tiene pinta de ser una gran ascensión. Veremos.





Vuelvo a bajar al citado pueblo y desde allí ya por carretera hasta Villanúa.

En fin, a ver si en octubre puedo hacer un par de exploraciones más con la BTT.

martes, 18 de septiembre de 2018

Zaragoza, Cariñena, El Frasno, Ateca, Las Bigornias, Deza, Calmarza, Nuévalos, Cubel, Daroca, Zaragoza


Las fotografías las realicé el pasado sábado en el itinerario descrito en el título. Fueron 420 Km y unos 3.100 metros de desnivel.


Los otoños cada vez vienen más templados y  es difícil no soñar con prolongar un poco más la temporada de rutas largas y noches en blanco.

Así que me decanté por hacer una ruta exigente, aunque solo fuese para ver cómo andaba tras las exigencias de los últimos meses.

La verdad que cuando asomó un poco el calor me viene abajo así que no estoy muy fuerte pero hay que ser optimistas. Tal vez en un par de semanas esté al cien por cien y con ganas de afrontar la enésima noche sobre la bicicleta.

Ya se verá.

A las cinco menos cuarto ya estoy dando pedales.



Codos, a los pies del puerto homónimo.

Bonitos parajes en la Ibérica zaragozana.


Entre Sabiñán y Calatayud la carretera serpentea paralela al Jalón  y deja bonitas estampas.

 

Entre Ateca y el Puerto de las Bigornias se atraviesan varios y bonitos pueblos. Una foto de Bijuesca.


Sobriedad en el páramo soriano.

Volvemos a la provincia de Zaragoza, aquí cerca de Embid de Ariza.

La monotonía también tuvo su protagonismo.

Calmarza, muy cerca de Jaraba.



Vistas del Campo de Daroca desde el Puerto de Cubel.

El Puerto de Paniza, por esta vertiente tan solo es un repecho, lo he subido tres veces este año y las tres de noche.




Al final otro día casi completo de cicloturismo: 17 horas y 20 minutos sobre la bicicleta (una hora más contando paradas).

Enlace al Bikemaps


https://www.bikemap.net/es/r/4640687/

domingo, 2 de septiembre de 2018

19-08-2018. Crónica de la Madrid Gijón Madrid




La prueba.

Comienza en Torrelaguna (Madrid) llega a Gijón y vuelve exactamente por el mismo itinerario pasando por El Casar, Ayllón, Tórtoles de Esgueva, Frómista, Sahun, Cistierna, Riaño, Puerto del Pontón y Cangas de Onís.

Tiene 1.260 Km, 12.000 metros de desnivel y se dispone de un tiempo máximo para completarla de 90 Horas.

En la salida nos dimos cita unos 220 participantes que salimos en cuatro tandas con quince minutos de separación.

Capítulo 1. Guardando fuerzas entre amigos.

Anduve bastante nervioso el día de la salida, que no se produjo hasta las ocho de la tarde, porque me invadía el mal recuerdo de la París Brest París, prueba en la que pasé muchos más aprietos de los nunca imaginados.

En aquella ocasión la ida me costó unas 24 horas pero completar la vuelta me llevó más de 42. 

42 horas de sufrimiento y penurias.

Esta vez tiene que ser distinto, me dije, esta vez tienes que hacerlo mucho mejor.

Por suerte coincidí con un montón de conocidos y entre saludos y conversaciones llegó la hora del comienzo.

Ya en la carretera, y tras una caótica salida, me vi obligado a correr hasta el kilómetro 80 para dar caza al grupo de un colega de Tolosa (Ángel) que había empezado quince minutos antes que yo.

En Atienza (Km 100) nos integramos en un numeroso grupo y, bien organizados, fueron cayendo los kilómetros hasta cerca de Cistierna (Km 440) donde apenas me detuve y continué la marcha en solitario porque quería llegar el miércoles por la mañana, y cuanto antes mejor.

Comienza la aventura.


 Comenzando a toda máquina y a relevos con los austriacos.












La noche en compañía se pasó muy bien.







Frómista.





Capítulo 2. En solitario.

Había guardado fuerzas y rodé bastante bien hasta el segundo paso por Cangas de Onís (Km 708).

Allí, siendo ya noche cerrada, decidí echar una cabezada pero el overbooking de colchonetas (dormían la mayoría de corredores que afrontaban todavía el trayecto a Gijón) y la mala educación de algunos compañeros sólo me permitieron dormir unos veinte minutos.

Afronto el Puerto del Pontón de noche y con la cabeza espesa pero me cruzo con un sinfín de participantes haciendo aún la ida y me consuelo. A ellos les va a tocar remar mucho para evitar el fuera de control, me digo, y no me gustaría estar en su pellejo, tú vas bien.

El frío amanecer de Riaño me deja bastante tocado y me entra sueño pero decido tirar hasta el control de Cistierna (Km 810).

Veo varias bicicletas aparcadas y, entre el miedo a los ruidos y el deseo de avanzar alguna posición, además de las ganas de evitar el temible calor de la meseta, decido echar dos cafés y continuar sin dormir.

Camino del Puerto del Pontón, a la ida.












Asturias.



Vistas sobre Gijón desde el alto de la Madera.





Segundo paso por Cangas de Onís.




Capítulo tres. Castilla.

Bordeando Sahún (Km 860) el sueño, engullido por el Sol y el calor, ya ha desaparecido.

Menos mal que estoy acostumbrado a la estepa zaragozana y paso las largas rectas palentinas sin descomponerme.

El valor de jugar en casa lo noto en el control de Tórtoles de Esgueva (Km 1.020) donde la señora del bar me anima diciéndome que voy séptimo y soy el segundo español a la vez que espanta de la barra a otros corredores franceses, ya retirados, que preguntan en busca de un hotel.

La gente me da buena conversación mientras como un plato de arroz y salgo con la moral por las nubes con el objetivo de bajar de las 60 horas.

El brío me dura hasta que llega la noche, la tercera, y me desmorono en los kilómetros previos al control de Ayllón (Km 1.090).

Mentalmente voy desecho porque pese a no llevar mal ritmo tengo la sensación de que no avanzo y que cada kilómetro me cuesta diez minutos.

En Ayllón me reaniman los aplausos y atenciones de sus gentes y tras dormir media hora y cenar prosigo con el reto.

No será fácil pero quiero apurar mis opciones de bajar de las sesenta horas.

Largas y cálidas rectas palentinas.




Bonito puente sobre el Duero.





Capítulo cuatro. Un largo y duro final.

Subiendo el alto de Somolinos (1.420 metros de altitud) los ánimos de las gentes de Ayllón quedan ya muy lejos y vuelvo a batirme en solitario.

Mucho frío y desesperanza en el páramo segoviano.

Pasado Atienza (Km 1.160), el próximo control (Cogolludo), quedará a unos cuarenta  kilómetros pero debo parar porque tengo el sentido de la vista alterado, veo deformada la realidad, y debo dormir algo.

Una marquesina de autobuses me sirve para ello y descanso unos veinte minutos antes de seguir.

Sin opciones de bajar de las sesenta horas disfruto en Cogolludo de buena conversación, mejor avituallamiento y consigo despejarme.

Ya quedan pocos kilómetros y, mejor aún, pocas horas de noche.

Supero los últimos repechos con dignidad aunque debo esforzarme en los muy llevaderos kilómetros finales porque voy muy castigado tanto física como mentalmente.

Llego fundido a Torrelaguna pero contento y satisfecho; lo he pasado bien, he disfrutado la prueba y la he realizado mucho mejor que la París Brest París, así que  algo habré aprendido en los últimos años, me digo.

Al final 61 horas y 56 minutos.

Hago la última foto en el último amanecer,  ya muy cerca de la meta.