Las
fotografías las realicé el pasado sábado, 25
de enero, en el itinerario descrito en el título. Fueron 36 Km y unos 700
metros de desnivel.
Hace tiempo que los adivinos
son prescindibles porque sólo hablan de días grisáceos y superpuestos y, en un
mundo de rutinas, ¿para qué escucharles?
Por aquí la cosa estaba jodida. El cierzo, arrancando la
última nota del calendario, se tragaba el futuro. Y contra la naturaleza ni amuletos, ni lamentos.
Pero
me resistí a dejar que aquella mañana se fuese por el sumidero, ¿quién se
acuerda de las horas perdidas?
Busqué
las promesas en un lugar donde no cabe el arrepentimiento, porque no existe escalera de bajada, y el viento sopló
pero ya no me importó; estaba abriendo un nuevo camino, extraño y desconocido,
pero ahora mío ¿no dejaré allí mis huellas?.
A
veces lo difícil es dejar de hacer lo fácil, romper con esa inercia
acomodaticia que, garantizando todo lo necesario, engulle, en silencio, lo que
realmente quieres, lo que puedes y aún no eres.
Lo único malo del día fue que, como desconocía las pistas, tuve que telefonear a Mikel de Baigorry (que estaba en Zaragoza por un asunto de merchaindising) para preguntarle un par de cuestiones. Sepan ustedes que Mr Baigorry ostenta varios récords en la ascensión a Santa Orosia y su conocimiento sobre tal lugar daría para tres tomos de la Espasa. Como curiosidad decir que, entre otros logros aún más colosales, es el único ser vivo que ha subido con unas Air Jordan firmadas por Romay y compradas en Andorra.