Son 12 fotografías, con un breve comentario tomado de la película El Crack II (de José Luis Garci), que sintetizan lo que fue ese mes desde el punto de vista ciclista.
Enero: Conozco una ciudad
y tengo una libreta de direcciones. Con ese capital, ¿qué otro oficio hay para
mí?
Marzo: Sí, porque la
mayoría de la gente se enrolla para decir nada y me hace perder el tiempo y
luego viene eso de Areta corre que sino no llegas.
Abril:
Pues muy sencillo. Porque el queso, Areta, está podrido en todas partes y ya no
hay forma de comérselo sin tragarse algún gusano.
Mayo: Esto no es un
asunto de segunda división, que eso es lo nuestro para que nos vamos a engañar,
esto es Copa de Europa.
Junio: Me parece que no
entiende usted las nuevas estructuras. Ya no hay números uno. Y si los hay yo,
al menos, no quiero saber quienes son. Arriba, posiblemente, ya no hay nadie en
concreto.
Julio:
Hay momentos de plenitud que deberían ser eternos.
Agosto: La vida, además
de ser muy corta, está llena de telarañas. La decadencia, muchas veces, es esto
que ves.
Octubre: Para matar una
mosca con un martillo no basta con tener el martillo en la mano, hace falta
saber donde está la mosca. Y si uno sabe donde está la mosca, ¡para que coño
quiere el martillo!
Noviembre: A veces lo
difícil es seguir donde uno está.
Diciembre: Bueno, es un
trabajo tan malo como otro cualquiera; duermo poco, ando mucho y lo que veo no
me gusta nada.
En total he podido realizar 12.913 Km en 142 salidas (el mismo número que el año pasado).
Pese a los asuntos que se han quedado en el tintero, los viajes y excursiones que no pudieron ser, ha sido un año aprovechado porque deja unos sólidos cimientos sobre los que construir nuevos proyectos, ha sido un año soberbio porque deja en la memoria recuerdos, de lugares y personas, imborrables.
Y durante las campanadas me acordaré del insoportable calor en el puerto de San Lorenzo, de quienes conmigo padecieron y de quienes nos ayudaron.
Y recordaré las anécdotas, y a sus protagonistas, del 400 de San Sebastián, y el Cotefablo de noche, los caminos nevados, las impertinencias del cierzo, todas esas batallas libradas en solitario.
Y también recordaré la épica jornada en la que mi amigo Jon y yo pudimos, aún no sé cómo, con todos y cada uno de aquellos seiscientos kilómetros de agua y mala suerte, que son el principio de grandes retos futuros.
Salud y feliz año.
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