Me veo en la obligación
moral de explicar el por qué, o más pedantemente leitmotiv, de esta entrada, y allá voy.
Soy demasiado orgulloso
para poner la calefacción en el mes de abril y este hecho me condena a
recluirme, en este revaival invernal, al
lado de una estufa eléctrica que, casualmente, yace pegada al ordenador.
Estos artefactos conviven,
o malviven, en un cuarto como sacado de los ochenta pues alberga un
radiocasette, unas películas en el infalible formato VHS, el teléfono fijo y,
entre otras reliquias, como el que suscribe estas líneas, el best
seller “Teo, el tunante pelirrojo”.
Y comprendan que lo único
que me queda en días tan desapacibles es escribir mientras el radiocasette
alterna la sintonía de Radio 3 con tres o cuatro cintas que sobrevivieron a los
noventa.
Bueno,
al tema, y hablaré primero de lo malo, ejemplificado en el pasado fin de
semana.
Ya
sabía yo que empaparme de cubatas a la hora de la siesta no me
ayudará en el primer examen del año, que será, Dios mediante, el próximo sábado (la
Brevet de 300 Km de Zaragoza).
Y
eso que no tengo pulsómetros ni ningún libro, sobre planificación deportiva me
veo en la obligación de precisar, decorando la estantería.
Además,
y en el más difícil todavía, estuvo el tema de la dieta. De la cual sólo
diré, por vergüenza torera, que las sobremesas bien pudieran haber estado patrocinadas
por Refajos el Titán o Bicarbonatos La Numantina. Y en tales eventos hasta el
mismísimo Gerard Depardieu, gran
actor y mejor comensal, hubiese solicitado une
petit pause.
Por
motivos científicos ya no tenga edad para estos trotes, que gasto treinta y
tres, pero viene bien desconectar aunque luego en la vuelta a la realidad se
roce el tataclismo.
La
ruta de este miércoles, festivo en Aragón, tendrá como principal objetivo ejecutar el proceso biológico más complicado para el ser humano: La eliminación, por
sudoración, de la Seagrams y el cordero.
Y
no será tarea baladí porque aunque la necesidad haga al órgano, que dijo Lamark (creo que jugó en el Bayern), las transformaciones llevan su tiempo que sostenía Darwin (aficionado a las tortugas de gran tamaño).
Aunque lo peor, en el mundo del cicloturismo, es dejar
crecer las ilusiones mediante retos inalcanzables, porque luego más dura será la caída.
Y para muestra les dejo otro
pasaje de la Biblia esta vez a cargo de Aimar (capítulo 2006-2007).
A Pablo Aimar le apodaban el payaso...
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