Me conozco de memoria gran parte de la inabarcable red viaria aragonesa así que puedo ir calculando, con bastante precisión, los kilómetros que me tocará recorrer según tome un camino u otro, por lo que hay días, como este, que me dedico a improvisar.
Los factores decisivos, en esta ocasión, fueron el tiempo, con tormentas y chaparrones entrada la tarde y las fuerzas, algo mermadas tras dos fines de semana de cierta intensidad, que me aconsejaron prudencia.
No obstante la ruta quedó bastante bien y disfruté mucho el periplo turolense.
En Zaragoza me decanto por tirar hacia Belchite por Valmadrid.
Pasado Cortes de Aragón, ya en Teruel, entramos en un rompepiernas apasionante.
Primero en las inmediaciones de Obón.
Después, cerca de Gargallo.
Y con la traca final en el Maestrazgo.
Tras este tramo doy comienzo al Puerto de San Cristóbal, Uno de los más exigentes de la geografía aragonesa.
Vistas, sobre Escucha, desde el Puerto de San Just.
Pasado Utrillas el camino se suaviza.
El Puerto de Fonfría se cobra el último esfuerzo.
El ambiente se enrarece y no tardan en aparecer las primeras tormentas. En Mainar comienza a chispear y los truenos resultan ya audibles. Decido esperar y, al poco, comienza un buen chaparrón. Afortunadamente un matrimonio mayor me invita a su casa y, allí, con un buen café y una agradable conversación paso una hora a buen recaudo mientras afuera no para de llover. La verdad, que estos detalles de la gente son siempre de agradecer.
Reemprendo el camino ya de noche y muy atento a la evolución de las tormentas que todavía están activas. Llegando a Zaragoza comienza a llover y decido poner punto y final a la ruta en casa de mis padres.
La última, bien borrosa, del Puerto del Huerva.
Un auténtico Atlas de geografía, aventura y coraje. ¡Adelante!
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